jueves, 20 de marzo de 2008

Nada que decir


Se le ocurrió expiarla cuando nadie lo veía, se le ocurrió que nadie mas que él vería que no lo ve nadie y el nada verá, es simple, cruza un sendero con los pies descalzos, caía el sol de manera que todo está anaranjado, pisó la arenilla que de la cosquilla pasa a ese pequeño dolor que al fin y al cabo da placer. No camina erguido ni cuando se esconde como ahora ni cuando camina sin culpas por la calle. Cruza el sendero con los pies descalzos, pasa las flores, cardenales y alcachofas que de milagro han crecido en esta atmósfera costeña, se acerca al pozo que aunque estamos en sequía tiene agua, de aquella que es dulce y que cuando le cae jabón hace demasiada espuma, llega el recuerdo de cuando su madre (cuando estaba viva) lo bañaba en la artesa del patio, y el era el mas feliz de la tierra.
Se le ocurrió espiarla cuando nadie lo veía, se le ocurrió que nadie mas que él vería, la vida desnuda de “el mismo”, de su “yo” oculto en su “tu” interior, encontrar la anarquía no partiendo de ninguna parte, huérfano de colores adueñándose del rojo fulgor, no siendo parte de nada, no aceptando ni siquiera nadas absolutas, solo mirando y ni queriendo el recuerdo del momento en que sería y se convertiría en un espía de su propia existencia en otra persona, porque ver como esta pariendo un animal puede hasta ser condecoroso por que claro, el lo arregla todo instintivamente, ¿pero una mujer? ¿Qué hacer? Mas que mirar, ¿y si le agarra la mano? Es que sabe que no hará nada por ella la dejara morir como lo ha hecho hasta ahora con su vida, dejándola pasar como un tranvía tranquilo una y otra vez. Gira, cierra los ojos demasiado fuerte, se marea, se asquea, se atormenta las entrañas, el ácido sube hasta la boca se revienta la hiel, todo le recuerda a “el vaso de leche” que uno lee cuando pequeño, transpira, todo se torna demasiado frío, exageradamente los “todos” son demasiados asqueantes como opciones intomables, apoya el hombro a la muralla de madera, la cabeza del clavo rasguña su instinto y lo saca del gélido calor. Vomita. Es tan crudo el aire, gira mira, camina, camina, camina, ya camina erguido, el llanto de la criatura le ha quitado la tranquilidad ¡ya nació!, todos están felices, el camina se remanga el pantalón, las mangas de la camisa, agarra fuerte el chaleco bajo el brazo.

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