lunes, 22 de diciembre de 2008

Hades

A veces se nos olvidan las cosas, muchas cosas que tarde o temprano terminan por cobrarnos una larga cuenta que jamás pensamos que crecería tanto. Y luego viene la desesperación ¿Cómo poder pagarnos a nosotros mismos todo lo que nos debemos? Pasan acontecimientos que juntos hacen una estampida de negros, púrpuras y rosados con fuegos en su interior, con una sorpresa al final del pequeño punto que apenas divisamos con nuestros pequeños ojos los que traen intrínsicamente horizontes y nada mas. Esos acontecimientos en su momento fueron un pobre presente, pobre e infértil y ahora son un enjambre de hijos que penan el pensar y el caminar.

Ahora cuando los pájaros anuncian que por acá no pasa nada mas que el propio cuerpo que se revela contra uno mismo, que llora solo frente a si por todas las penas juntas y secas que guardamos a los tres, dos y diecinueve años, (se supone que las habíamos olvidado pero él no), y si no fueron mas que un presente que fue y se quemó con el pasado ¿Por qué ahora está acá y rasguña esta garganta? ¿Que pasó mientras caminábamos por las calles ruidosas?

Parece que el viento interior ha eliminado al yo exterior, se siente como una aniquilación al “mi mismo” es el cuerpo que se defiende de su alma, porque esto es una enfermedad del alma, uno no se hunde sino que se mantiene, es un estado catatónico corporal que daña el espiritual, mientras que la mente se desvela creando una solución a la no coordinación de sus elementos… Lo que sucede es que se pudren los ojos por el llanto, ahora que nada queda porque nada se ve, porque el horizonte de ha corrido mas cerca de lo usual y es por esa razón, por la que hoy se humedecen los ojos solo por respirar, solo por amanecer otro día y saber que se depende de un “otro” para caminar, para ir al baño y fabricar con hilitos ánimos para sonreír.

Que pasa… todo se revela… todo está cansado de anochecer, de mirar las manos sin ningún cambio, sin ningún lápiz, sin ningún papel en frente.
Dicen que la idea es no rendirse, ¿no rendirse a que? Si no hay contrincante, si la mínima palabra cliché desquicia. Hace daño ser enemiga de las circunstancias y de si misma porque en realidad hay que conciliar a las partes que no se comprenden, no creo que estén en guerra, creo que se extrañan y por eso lloran y uno se queda atada a la cama y la pieza con las cortinas cerradas hasta las dos de la tarde y con los sueños eternos con sus colores cada día menos colores.

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